El poder del Ebro.

En estos días, pueblos de la ribera del Ebro están pasándolo mal. Pueblos como Novillas, Cabañas de Ebro, Gallur, Pradilla, Boquiñeni, Monzalbarba, Utebo… y tantos otros, son nombrados en televisión, radio, periódicos… Evacuaciones, cascos urbanos inundados, gente aislada, negocios y campos arruinados.

Impotencia, indignación, resignación, rabia, tristeza. Son fases del estado de ánimo que están padeciendo los vecinos de estas localidades en un bucle que se repite y mezcla. Personas, o mejor vecinos, que han sido ninguneadas por las instituciones. Que vienen reclamando hace tiempo un poco de previsión, en forma de limpieza del río, de la preparación del cauce para estas avenidas («ordinarias» en las oficinas de la CHE, extraordinarias en las puertas de las casas inundadas), refuerzo de las motas que protegen las riberas,incluso dragado del cauce en las zonas en las que sea necesario.

Las previsiones de las instituciones «expertas», lease la C.H.E. o la D.G.A. o cualquier otra con poder de decisión en esta materia se están quedando cortas, una y otra vez. Y ya debería ser hora de que algunos responsables den la cara. En circunstancias de normalidad democrática la depuración de responsabilidades  acabarían con más de una destitución, lo que viene a ser un despido por incompetencia en cualquier empresa, y si es por eso, está más que demostrada esa incompetencia. Lástima que en este país ningún cargo político es destituido de su puesto por este motivo y, mucho menos, se tiene el pundonor de dimitir ante la evidencia.

No se comprende bien el porque de la desgana que existe en algunos despachos de esta tierra para afrontar este problema, recurrente año tras año, y dedicar los esfuerzos y medios necesarios para prevenir, en la medida de lo posible, estas injusticias. Tal vez es hora de tener menos «ingenieros» de mesa y teléfono (¿por qué me viene «candy crash» a la cabeza?) y más expertos a pie de campo, donde los problemas son reales, con nombres y apellidos, y no meros números. Y cuando digo expertos, incluyo a los verdaderos conocedores del río y su circunstancias: los habitantes de sus riberas.

Excusas de mal pagador las de las instituciones, echándose la pelota de uno a otro y argumentando legislaciones que se pueden cambiar. No quiero pensar que es la presión ecologista la que impide que se tomen medidas: no se nos olvide que las gentes de estos pueblos llevan siglos viviendo de cara al río, día a día, temporada a temporada,vida a vida, no en contra del río, sino en convivencia con él. Mientras que muchos de los que nos consideramos ecologistas, lo somos, si, pero la mayoría de las veces de fin de semana, de visita, desde la comodidad de nuestras casas secas. Debe de ser complicado sentar en una mesa a todas las partes y buscar soluciones, pero para eso están las instituciones, para eso les pagamos. Y si no son capaces, igual es hora de buscar personas más capacitadas: si tu no sabes, otro llegará que sabrá. Al fin y al cabo, puestos a ser naturalistas, no hay nada más natural que la ley de selección natural.

Algunas imágenes de la riada en Zaragoza.

 

 

 

 

 

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